La diputada de Movimiento Ciudadano, Irais Reyes de la Torre, encendió el debate en el Congreso al criticar la propuesta de reforma al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), que busca gravar los videojuegos con contenido violento. Con una pancarta a sus espaldas que decía “Game Over a la censura. No a impuestos absurdos”, la legisladora defendió con vehemencia a la comunidad gamer y señaló que la violencia en México no nace de una consola, sino de un Estado que ha fallado en garantizar justicia, seguridad y paz.
“Vamos a decirlo con todas sus letras: nadie se hace violento por jugar. Nadie termina en la delincuencia por lanzar un ‘Fatality’ en Mortal Kombat ni se convierte en narco por atrapar criaturas en Pokémon”, expresó desde la tribuna, arrancando aplausos y sonrisas entre algunos de sus compañeros.
Reyes de la Torre recordó que países como Japón o Corea del Sur, donde el consumo de videojuegos es de los más altos del mundo, registran índices de violencia mucho menores que México. “Si los videojuegos provocaran violencia, ellos serían los más inseguros, y ocurre exactamente lo contrario. Lo que nos desangra no es el entretenimiento, sino la impunidad”, subrayó.
El señalamiento toca una fibra sensible: la tendencia de buscar culpables simbólicos —la música, las series, los juegos— para explicar lo que en realidad es consecuencia de un Estado fracturado, donde el acceso a la justicia es privilegio y no derecho.
La legisladora defendió que la comunidad gamer es diversa, pacífica y creativa, una generación que ha construido redes de cooperación y colaboración, muy lejos de la caricatura del joven antisocial o violento. “No necesitan castigo ni estigmas, necesitan que el Estado vea en ellas innovación, no un enemigo del que sacar dinero”, enfatizó.
El debate sobre el IEPS a videojuegos se ha convertido en algo más que una discusión fiscal: es un espejo de cómo el poder entiende la cultura y el entretenimiento. Y mientras el Congreso decide si juega o no su próxima “partida legislativa”, una cosa queda clara: no hay joystick que dispare un arma, pero sí decisiones de Estado que detonan violencia todos los días.