A unos días de la histórica elección del 1 de junio, Ingrid Tapia, candidata con el número 30 en la boleta morada para integrar la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), alza la voz con un mensaje que va más allá de las urnas: “Nos estamos jugando la libertad, la propiedad y hasta la vida”. Así de tajante. Así de grave.
Con más de tres décadas de experiencia en los tribunales y casi tres más en las aulas universitarias, Tapia advierte sobre lo que considera una falla estructural en el nuevo modelo de elección: la ciudadanía votará por más de tres mil aspirantes sin contar con información suficiente sobre ellos. "Esto no es un reality show de talentos, es el futuro del país lo que está en juego", afirma con firmeza.
Apoyada en datos escalofriantes —como que 8 de cada 10 personas en México acudirán a un juzgado en algún momento de su vida—, Tapia subraya que la función judicial no puede recaer en manos inexpertas, corruptas o con historial dudoso. Y remata con una frase que encierra la gravedad de su advertencia: “La justicia no puede estar al servicio del poder, sino del pueblo que la necesita”.
Su agenda no deja espacio para ambigüedades. Si llega a la Corte, Tapia promete impulsar una revisión profunda de criterios discriminatorios contra mujeres y menores de edad, criterios que —según sus palabras— han facilitado tragedias como la muerte de más de 88 mil niñas y niños a manos de sus propios cuidadores en la última década.
Y no se queda en la denuncia. Propone erradicar prácticas judiciales que criminalizan a las madres que, en busca de proteger a sus hijos de la violencia intrafamiliar, son perseguidas legalmente por “abandono de hogar”. Tapia ha dedicado buena parte de su vida a este tipo de casos desde el litigio estratégico, incluso dentro del colectivo Caso 992, y como promotora de la Ley 3 de 3 contra la violencia, que busca impedir que agresores ocupen cargos públicos.
Con el respaldo de diversas encuestadoras que la colocan en el top cinco de las preferencias nacionales —GobernArte, MetaMetrix, Algoritmo y Massive Caller—, Tapia insiste en que su candidatura no representa una ambición personal, sino una oportunidad para que el Poder Judicial deje de ser “pródigo con los delincuentes y mezquino con las víctimas”.
Y lanza un último mensaje, sin titubeos: “Entre los más de tres mil aspirantes no hay otra persona con una trayectoria comprometida con las mujeres, con la infancia y con la familia como yo. Esta elección no es simbólica, es vital. Que no nos gane la apatía: nos estamos jugando la libertad”.