Rubén Antonio Carrillo Buenfil: un año legislativo con sabor a sindicato


Mientras algunos diputados presumen resultados con cifras y reformas, Rubén Carrillo Buenfil parece más concentrado en mantener el control del volante sindical que en conducir su labor legislativa. En su Primer Año Legislativo de Resultados, el presidente de la Comisión del Trabajo y Previsión Social apenas presentó siete iniciativas —una de ellas atendida por obvia—, lo que deja su producción real en seis propuestas. Seis, en doce meses.

Si lo vemos en proporciones, son 79 mil pesos mensuales por representar al pueblo y redactar, en promedio, una iniciativa cada dos meses. Un rendimiento tan pobre que invita a preguntarse si el Congreso de Quintana Roo premia la productividad o la presencia.

Carrillo Buenfil llegó al Congreso envuelto en polémicas que no se borran con un informe impreso en papel couché. Su nombre fue mencionado tras los asesinatos cometidos dentro del Sindicato de Taxistas “Andrés Quintana Roo”, del cual sigue siendo líder moral —y práctico— pese a su curul, y el cual presidía durante los asesinatos mencionados. En aquel caso, el único detenido es Salomón Muñoz, mejor conocido como Maffer, exlíder interino del mismo sindicato, quien continúa preso pese a que las pruebas en su contra son tan endebles como el discurso de transparencia que rodea al diputado.

La coincidencia —o conveniencia— no pasó desapercibida: la captura de Maffer allanó el camino para el ascenso político de Carrillo Buenfil, quien no solo se libró del señalamiento, sino que además consolidó su posición dentro del gremio. Hoy, divide su tiempo entre las oficinas del Congreso y las asambleas sindicales, en una dualidad que contradice cualquier discurso de servicio público.

Y mientras el estado enfrenta retos urgentes en materia laboral —desde la informalidad hasta los abusos en el sector turístico—, el presidente de la Comisión del Trabajo parece más interesado en cuidar su base de operadores que en impulsar leyes que protejan a quienes realmente viven de su trabajo.

En resumen, el Primer Año Legislativo de Rubén Antonio Carrillo Buenfil deja una sensación amarga: la de un diputado que prefiere estacionarse en la comodidad del poder antes que avanzar hacia los resultados que prometió. Porque cuando el compromiso se reparte entre la política y el sindicato, termina por diluirse en ambos.


Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente