¿Por qué nunca tenemos cambio? Una teoría económica nacional

Por Oskar Mijangos

El enigma de la morralla perdida

Hay algo profundamente hilarante y frustrante en el día a día del mexicano: la constante escasez de morralla. Ese cambio diminuto, aparentemente irrelevante, que siempre desaparece cuando más lo necesitas. Y no hablo solo de los 50 centavos que te faltan para cerrar una compra en el OXXO, sino de la ausencia generalizada de monedas en nuestra vida cotidiana. Es un fenómeno tan común que trasciende generaciones, clases sociales e incluso el sentido lógico de la economía.

La escena es familiar: llegas al OXXO con 50 pesos, listo para pagar un refresco y unos chicles. El total, 49.50. Todo parece ir bien hasta que la cajera, con esa mirada entre resignada y cansada, te pregunta: "¿Tendrás los 50 centavos?" No, no tienes. Y tampoco ellos. Es un problema que se repite como un loop interminable en cualquier sucursal del país. El gigante del retail, que procesa miles de transacciones al día, no tiene cambio. ¡Increíble! Uno pensaría que con tanto flujo de efectivo, las monedas deberían abundar como el pan dulce en Día de Muertos, pero no.

Esto va más allá del OXXO. Es un microcosmos que refleja algo más grande: un país donde las monedas parecen tener vida propia. ¿Dónde están? ¿En el fondo de los sillones? ¿En los ceniceros de los coches? ¿O tal vez atrapadas en algún agujero negro económico? Mientras tanto, los billetes de 20 pesos han asumido el rol de moneda predilecta, y las monedas de 10 y 5 pesos se han convertido en reliquias codiciadas. Es casi poético, una metáfora de cómo las cosas pequeñas —que son las que sostienen a las grandes— se desmoronan en un sistema que debería ser más simple.

Pero lo interesante es que este problema tan mundano tiene raíces más profundas. ¿Qué dice sobre nuestra economía que no podamos mantener en circulación algo tan básico como la morralla? Hablamos constantemente de la macroeconomía, del dólar, de la inflación, pero ignoramos el microproblema de las transacciones cotidianas. Esa falta de monedas no solo nos roba tiempo y paciencia, sino que también expone una especie de crisis de confianza. Si no podemos contar con el cambio exacto, ¿qué más estamos dejando de atender en este sistema aparentemente funcional?

Mientras seguimos buscando las monedas perdidas —y las respuestas a este curioso problema nacional—, lo único que nos queda es adaptarnos. La próxima vez que estés en la caja y te falten 50 centavos, ofrece pagar con tarjeta, sonríe y respira hondo. Quizá algún día, en un futuro utópico, logremos resolver el misterio de la morralla perdida. O al menos, aprenderemos a llevar siempre unas cuantas monedas en el bolsillo, por si acaso.

Oskar Mijangos, CEO de MX Vive, comunicador apasionado con más de 15 años de experiencia

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