Miss Carbón: una historia de resistencia trans que, tristemente, no veremos en cines mexicanos


Hay películas que nacen con la vocación de cimbrar conciencias, de mirar a los márgenes y devolverles dignidad. Miss Carbón es una de esas. El problema, al menos para quienes habitamos este lado del continente, es que probablemente no la veremos en la pantalla grande. Y eso, francamente, duele.

Dirigida por la argentina Agustina Macri y protagonizada por Lux Pascal —sí, la talentosa hermana del célebre Pedro Pascal—, Miss Carbón se adentra en la Patagonia profunda para contarnos la historia real de Carla Antonella Rodríguez, la primera mujer trans en trabajar en una mina de carbón en Río Turbio. En un universo históricamente masculinizado y cargado de supersticiones absurdas (como esa que asegura que la presencia femenina en la mina trae mala suerte), Carlita se convirtió en símbolo de valentía, resistencia y transformación.

La película, una coproducción entre Argentina y España, ha sido aclamada por su sensibilidad, su potencia narrativa y su compromiso con la representación digna. Pero también por no edulcorar el camino de Carlita: desde el rechazo familiar hasta la discriminación laboral disfrazada de burocracia. Un ejemplo poderoso de cómo incluso las victorias legales —como el derecho a que su nombre esté en sus documentos— pueden volverse nuevas trincheras de lucha cuando los sistemas se resisten al cambio.

El guion corre a cargo de Erika Halvorsen, autora que creció en el mismo pueblo de Carlita y cuya pluma ha sido reconocida en series como El fin del amor y novelas que escarban en la identidad femenina. El resultado es un relato íntimo, pero con resonancia colectiva. Una historia que no sólo visibiliza a una mujer trans en un entorno hostil, sino que también nos obliga a mirar el machismo estructural con otros ojos. Los de abajo. Los de adentro.

Y sí, hay un giro esperanzador: sus compañeros mineros, hombres curtidos por la dureza del trabajo subterráneo, terminan por abrazarla y exigir su regreso al frente. Una escena que, más allá del guion, habla de la posibilidad de redención masculina. De la capacidad de los hombres para romper sus propias cadenas cuando se atreven a mirar al otro —o la otra— sin prejuicios.

El gran pero es que Miss Carbón se estrenará en cines de España este 13 de junio, y su llegada a Netflix está prevista hasta 2026. Eso significa que, en México, salvo milagro o festival, nos perderemos de la experiencia cinematográfica completa: esa de verla en la oscuridad compartida de una sala, con los ojos abiertos y el corazón latiendo en colectivo.

Una vez más, el cine de resistencia queda confinado al streaming, como si sus historias fueran demasiado incómodas para las marquesinas de nuestro país. Como si la vida de una mujer trans minera no mereciera el Dolby Digital ni la pantalla grande.

Y eso, no es sólo una omisión comercial: es una pérdida cultural. Porque películas como Miss Carbón no sólo se ven; se sienten, se conversan, se discuten. Son una oportunidad para que el cine sea algo más que entretenimiento: un acto político, un espejo, una semilla.

Ojalá alguien en alguna distribuidora mexicana lea esto. Y se anime a traerla. Porque Carlita, y muchas como ella, también merecen que su historia retumbe en las butacas de nuestro país.

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